lunes, 25 de abril de 2016

Quina Santa Catalina



En estos tiempos modernos que corren, las instituciones gubernamentales -¡Qué palabro postmoderno!- parece que andan muy preocupadas por nuestra salud. Ya no hay, por imperativo legal, anuncios de tabaco. ¡Aquellos anuncios de Marlboro de las praderas americanas con los vaqueros al calor de una hoguera!. Ni en televisión, ni en vallas publicitarias, ni en los coches de fórmuna 1...

Con el alcohol pasa tres cuartos de lo mismo. Son continuas las campañas de prevención del alcoholismo destinadas a los jóvenes y las jóvenas y, paradójicamente, el consumo compulsivo de alcohol aumenta día a día entre la chiquillería. (¡Coño, el pareado!)
A nuestro cojonudísimo y hermafrodita ministerio de salud le deberían preocupar los datos de consumo abusivo de alcohol: el 18,4% de la población se ha emborrachado "hasta diez veces" en el último año, (14,0% de hace tres años), y el 14,9% se ha dado un atracón de alcohol al menos una vez en los últimos 30 días (12,6% en 2007).

Corren tiempos muy distintos a cuando yo era pequeño. En aquella entonces era muy habitual que mi madre me diera un aperitivito antes de comer, sobre todo cuando andaba yo un tanto desganado. El aperitivo en cuestión consistía en un puñadito de almendras y un basito de quina. ¡Oleee!.

¡Quina para los niños!. Un vino dulce (que creo alcanza los 15º) que abre el apetito. Si lo decía hasta la canción del anuncio. No recuerdo bien si era algo así:
Queremos quina Santa Catalina

que es medicina y es golosina...


El caso es que era una costumbre generalizada en todos los hogares de España y no aprecio que entre los de mi generación nos hayamos vuelto todos unos alcohólicos.

Graciosa era también la etiqueta de la botella. Es ahora que la vuelvo a ver detenidamente cuando me doy cuenta de lo mona y guapa que era la monja de la imagen.
Yo no bebo ni una gota de alcohol pero hoy mismo me voy a dar el capricho de comprarme una botella de quina Santa Catalina, para tenerla en casa, por añoranza, por recordar el olor y el sabor de la cocina de mi madre de aquellos maravillosos años.

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